Esa herida que me recuerda lo valiente que fui. Por lo menos una vez en mi vida me atreví a defender algo y tuve el valor para enfrentarlo, no puedo estar más orgullosa. Defendí esas oraciones que siempre llegan a mi mente cuando estamos solos. Esas palabras que hacen ecos en mi cabeza y provocan fríos calidos en mi piel.
Defendí eso que me hace llorar de impotencia, pues solamente se presentan de noche y dentro de mi cerebro. No se materializan, son simples sucesiones de hermosas imágenes. Al mirarlas a los ojos dentro me nace un extraño coraje y mi cuerpo se predispone a recibir impulsos y acción es la palabra que se apodera de mi entorno.
Esas lagunas mentales se convierten en una placentera droga, me saca del contenedor de mis intestinos, me hace volar y lagarme a otro espacio donde mi locura es respetada, no amada, no imitada ni comprendida.