Es un día un tanto frío, no importa el lugar, está el aire más ingrato que de costumbre y las personas sólo piensan en refugiarse, en esconderse y acalorarse. Menos “una”, menos ella, menos ese ser humano que ha dedicado su vida entera a componer el mundo, menos esa mujer cuya mente un tanto retorcida no guarda ningún tipo de temor hacia la pseudo autoridad y la mal creada jerarquía. Menos esa mujer distinta y absolutamente incomprendida por esas momias tradicionalistas, es altiva y su voz es capaz de resonar en las cabezas de unos cuantos.
No le importa si la amas, no vive buscando el reconocimiento de otros seres con supuestos cerebros razonantes, no te llama y mucho menos te ruega atención, aún así despierta en ti unas ganas incontenibles de hablarle, de informarle que existes en este mundo, decirle que sólo necesitas una minima interacción entre tus labios y esos ojos profundos, ojos misteriosos y extremadamente interesantes y claro son un enigma para tu rutinaria cotidianeidad. Te sorprende el hecho de comparar tu vida con la de ella y darte cuenta que haz caminado por las mismas calles, respirado el mismo aire y sentado en el banco de la misma plaza, pero ella; ella lo ha hecho con tal intensidad, lo ha disfrutado y recordado sin arrepentimientos, ella disfruta de una forma magnifica su vida, y no reprime su cuerpo, no reprime su mente y se lanza, ella no espera con temor las consecuencias, por el contrario las observa y las trasforma en conocimiento.
Ella hace lo que tú deseas, pero nunca ha dañado a nadie en el proceso y es eso lo que te causa curiosidad, ella ha logrado encontrar ese ritmo perverso, ella no le teme a lo prohibido. Su originalidad le da ese semblante perdido, su esencia violenta y segura, su versatilidad anímica
Ella es la mejor canción jamás escrita, es la frase mejor pensada, ellas es prudente cuando quiere, es amable cuando te quiere y subversiva cuando se requiere y en esta vida esta última cualidad es el primer mandamiento.
Ella mira al cielo y disfruta la lluvia, la siente, no se esconde, el frío es una oportunidad perfecta para beber; beber vino tinto. Sale de su casa y la calle huele a ese aroma, ese aroma con una simplicidad equivalente. Ese olor a tierra mojada entra por todos sus sentidos y camina por la calle vacía, camina y bebe de su vino, camina y tú la observas desde tu ventana, la miras y el valor se te sube a la cabeza. La miras y vuelves a desear caminar junto a ella. Que gire su cuerpo y complaciente te sonría. Pero no haz entendido del todo el asunto, ella es libre, su todo no tiene dueño, ella misma se pertenece y se cuida. No eres lo suficientemente perficaz, inteligente o loco como para provocar en ella algún tipo de reacción. Eres común, predecible y esas últimas no están por ningún motivo en sus expectativas. Tu forma clásica de ver esta tierra es exactamente lo que te aleja enormemente de su silueta.
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