Una melodía oscura se escucha junto
a su cama, son los cientos de microorganismos que comparten la desgracia de
vivir en esa porción de mala realidad, comparten los olores y los colores
muertos, los libros en desuso y el patio privado inexistente.
Solamente un rayo de débiles ondas electromagnéticas mantiene viva la
esperanza de días mejores, un café, un poco de escritura y música seria
perfecto para seguir enfrentando su vida.
Si hablamos de sonoridad éste espacio la tiene por montones, perros,
balazos, riñas y canturreos adornan con un escandaloso boche, compañía ficticia
pero bienvenida, seria una televisión, “ya me queda poco tiempo téngame
compasión” dice mientras se duerme. “el invierno se acerca y frazadas no
conseguí, cuando me encuentren tieso con un tango cabrón, despidan a este
viejo”.
Su bastón es lo único que algo de valor tenía,
siempre dijo que era de Francia, se lo regalaron un día que viajo a un
campeonato de ajedrez, “tiene incrustaciones finas”, repetía. Era un signo más
que no hacia más que reafirmar su ya conocida demencia. Pero él era un
trotamundo de eso no hay duda lo recorría con un papel y su pluma. Hasta
astronauta fue y ahora ya no queda nada y los bichitos recuperan la energía
prestada, el cuerpo del tatita vuelve a la pachamama.
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